jueves, 23 de febrero de 2012

Biografia









Juan María Montalvo Fiallos
 fue un ensayista y novelista ecuatoriano nacido el 13 de abril de 
1832 que, a través de obras como “Las Catilinarias” y “Siete Tratados”, consiguió convertirse en uno de los grandes referentes de la literatura de su país.


Este joven cuyo rostro quedó marcado debido a las viruelas sufridas y que odiaba las dictaduras (ya que, en ese contexto, tuvo que exiliarse uno de sus hermanos), estudió Gramática latina en el colegio San FernandoFilosofía en el seminario San Luis (donde obtuvo el grado de maestro) y Derecho en la Universidad de Quito. Además, este admirador deSócratesJulio CésarCicerónMiguel de Cervantes,Michel de MontaigneMontesquieu y Lord Byronadquirió, de forma autodidacta, conocimientos de Gramática española y se interesó por la Historia, la Literatura y la Filosofía Helénica.
Sin embargo, la vida de Montalvo no sólo estuvo vinculada al mundo de las letras, sino también al de la política, una actividad que lo llevó, por ejemplo, a realizar tareas diplomáticas como miembro de la delegación ecuatoriana en Roma.
En el plano literario, hay que decir que este autor que viajó por FranciaItalia,EspañaPanamá y Perú, entre otros países, sumó experiencia como colaborador de la revista “El Iris” de Quito, editor de “El Cosmopolita”(publicación desde la cual difundió sus escritos) y creador de obras como “El bárbaro de América en los pueblos civilizados de Europa”“El libro de las pasiones”“De las virtudes y los vicios”“Capítulos que se le olvidaron a Cervantes”“El último de los tiranos”“Mercurial eclesiástica”“El regenerador” y “El espectador”.
Juan Montalvo falleció el 17 de enero de 1889 en París víctima de una pleuresía y, el 12 de julio de ese mismo año fueron repatriados a Ambato, su ciudad natal, donde fue embalsamado.

lunes, 20 de febrero de 2012








Pensamientos  y Frases célebres de Montalvo.

  
Cada vicio es una caída del hombre; el juego, la pasión por el juego, le envilece, le expone al robo, le deshereda; el jugador no tiene palabra, no reconoce obligaciones, no cumple con sus deberes de hijo, esposo ni padre. Su universo es el garito, su género humano, los tahúres…


                                                                                                                              


¿Pues la embriaguez? Vicio infamante, como todos, es el peor de todos, por cuanto pervierte la razón y hurta a la locura sus más feos perfiles…



Dichoso el que sabe callar y no habla sino cuando en su silencio hay peligro de que la verdad sea postergada y el error salga triunfante.



Las Tablas de la Ley mandan: no robar. No robarás, esto es, no robarás a nadie, ni a tu padre ni a tu madre, ni a tu prójimo  ni al Estado. Robar a la nación es robar a todos, el que roba es dos, es cuatro, es diez veces ladrón: roba al que ara y siembra; roba al que empina el hacha o acomete el yunque; roba al que se une al trabajo común con el alma puesta en un pincel; roba al agricultor, al artesano, al artista; roba al padre de familia; roba al profesor; roba al grande, roba al chico. Todos son contribuyentes del Estado; el que roba al Estado a todos roba, y todos deben perseguirle por derecho propio y por derecho público. ¿Con que el sudor de la frente del pueblo es para apetitos y gulas de un hombre, un mal hombre, que está cultivando la soberbia y engordando la codicia? . 



Las mujeres vencen con las lágrimas; las naciones, mientras más lloran, menos acreedoras son al aprecio de  los pueblos dignos.




La fortuna, no es un bien preciado sino cuando es fruto de nuestro trabajo y sacrificio sano; la que proviene del favor o de la conmiseración es fortuna infamante, a modo de esos bienes de fortuna mal habidos que envilecen al que  goza de ellos, sin que le sea dado endulzarlos con el orgullo que la inteligencia y el trabajo suelen traer consigo. 



Más el deber de un buen hijo de la Patria por pequeña y triste que esta sea no concluyen ni donde principia la ingratitud y la injusticia.




Los hombres de corazón bien formado y juicio recto suelen poner la monta en granjear buena opinión entre sus semejantes”.




  
Ignorante a quién favorece la fortuna  es enemigo mortal de la sociedad humana.




  
La tiranía de la fuerza mil veces  antes que de la corrupción; el despotismo del genio no el de los vicios.



  
El genio no se enriquece, el genio vive de miseria, muere de hambre oculto y olvidado, como Cristóbal Colón, como Cervantes, su herencia es incredulidad e ingratitud de los demás, cuando no persecución y muerte.


El  reo es cosa sagrada, decían los romanos. Es cosa sagrada por que en su causa van los tribunales a descubrir la verdad; y, ese hombre puede ser inocente
Tratar al reo  como convicto del delito que se le acusa es cometer iniquidad en nombre de la justicia. Todo acusado debe ser considerado inocente, mientras el crimen no comparezca allí con pruebas más claras que la luz del mediodía.
Tengamos por cosa indebida en el foro, el asalto del juez al reo.
¿Cuántos inocentes no será víctimas de sus propias respuestas que dan sin comprender el objeto con  que  el juez les hace sus preguntas?.




Ser hijo de oscuros y humildes padres, y  levantarse por la nobleza del corazón y el vigor de la inteligencia es ser grande verdaderamente.



En pueblos agraciados por la suerte con la libertad, el pundonor y la ilustración, los hombres maduros son ejemplares respetables; donde sometimiento vil, codicia, indiferencia por la cosa pública  los infaman, la patria  nada tiene que esperar sino de los jóvenes: los libertadores nunca han sido viejos.

La suerte de un pueblo está en manos de los jóvenes: los estudiantes son elementos del porvenir…
¡Desgraciado del pueblo donde los jóvenes son humildes con el tirano, donde los estudiantes  no hacen temblar al mundo!
                                  

                Padecimiento es gravamen general: buenos y malos, todos padecen: sufrir no saben si no lo hombres favorecidos por Dios con esa fuerza oculta que se llama paciencia:
Paciencia es bondad, paciencia es valor, paciencia es resignación; y estas virtudes sacan burlada a la desgracia, porque sus golpes caen sobre diamante infrangible donde están gravados en caracteres luminosos los secretos de la gloria.

La virtud no se hace anunciar con bocinas y trompetas, no va hiriendo los ojos de los pobres con los colores de sus libreas; es genio mudo e invisible que anda descontando con sus obras los escándalos del crimen y las ficciones de la hipocresía



Señor, dadme, pero no me deis sino lo necesario, no sea que la abundancia me corrompa  y  me haga renegar de Vos.

Tu nobleza sea el cultivo de la inteligencia, tu orgullo si practicas las virtudes: Los haberes adquiridos  por medios lícitos, poseídos sin pasión, usados con liberalidad y juicio, son un bien , grande bien, sin duda: nadie los desprecia; si Curio y Fabricio vivieran, á buen seguro que pusieran algunos cuartos a un lado para su entierro, hoy que ni cura entierra de balde, ni gobierno paga los derechos por los buenos hijos de la patria.  


El pueblo debe ignorar muchas verdades, y creer muchas cosas falsas, dijo el más sabio de los romanos; y, un padre de la Iglesia afirma que en este apotegma, se encierra toda la política…

  
La libertad es el supremo legislador de los hombres; pueblo en donde el negro y el indio pueden sentarse en el Senado, sin detrimento de la raza predominante, ha hecho sin duda, mucho por la civilización.
Que carcajadas han de ser las mías, que arrebatos de placer, cuando vea a tantos reyes, tantos grandes que para el vulgo están en el cielo; cuando los vea, digo, gimiendo en las tinieblas profundas del infierno.



Sed sabios sobriamente; no lo seas más de lo preciso.
                                                                                       

Los ateos que trabajan para destruir a Dios, son la figura de los anticristianos que se consumen por robarle la divinidad a Jesucristo.
                                                                                            

  
Supeditar al Senado es proeza de tiranos; servirse de él sin dar que decir, es secreto de hábiles políticos; viciarlo, corromperlo, es obra de viciosos y corrompidos, tan ajeno a las luces como a la dignidad de ese grandioso cuerpo.


 Los hombres altamente distinguidos nacen y mueren para cosas grandes: si buenos, para bien del género humano; si malos, para el espanto del mundo y gloria del abismo.

                                                                                   
  

Leyes, son  los vínculos de la sociedad humana con las cuales viven los hombres formando un solo cuerpo, sujetos a unos mismos deberes, agraciados con unos mismos fueros.

El  abuso triunfante, soberbio, inquebrantable, es tiranía.
Tiranía, no es solo derramamiento de sangre humana; tiranía es flujo por las acciones ilícitas de toda clase; tiranía es el robo a diestro y siniestro; tiranía son impuestos recargados e innecesarios; tiranía son atropellos, insultos, allanamientos; tiranía son bayonetas caladas de día y de noche contra los ciudadanos; tiranía son calabozos, grillos, selvas inhabitadas…


…¡ La mujer es muchas veces mano de Dios!...
Perdidos conozco que casados han vuelto a ser felices. La influencia que ejerce una buena mujer, buena y amada, es freno salvador; se pone por delante e impide los malos pasos; nos enseña el camino recto y junto con ella nos vamos al cumplimiento del deber y la felicidad.
¿Y los hijos ¿ Un parvulito en los brazos de su madre, es ángel de la guarda, del hombre que le está contemplando en su alegría.


Cada patriota es una columna ante la cual se estrella el tirano.





Ya la partidocracia desaparece y la inteligencia sale a la luz, respirando un ambiente de libertad”



Hay tontos buenos, inofensivos, hasta provechosos; pero cuando los tontos aciertan a ser pícaros, guárdeme Dios de su grosero ingenio.




La lengua, la lengua oh, la lengua infame hiere como cuchillo, lame y corroe su veneno. Oigo mucho hablar de la serpiente: más ponzoña hay en los hombres. ¿Uno y otro no fueron maldecidos?



Las personas de buen genio y corazón bien formado son los genios propicios de la vida; los de mal corazón  y mal genio son moradas de Satanás.



Más nos desvanece la riqueza que nos abate la pobreza: La felicidad pide uno a Dios en estos términos:
“Señor dame, pero no me deis sino lo necesario; no sea que la abundancia me corrompa y me haga renegar de voz”.


La esencia de una revolución justa es la libertad, la prosperidad, la dignidad, la ilustración, la grandeza de un pueblo.



La espada se aviene muy bien con la pluma: Bolívar fue maestro en ella; muy bien con la palabra: las arengas de Napoleón son prodigios de elocuencia.


El pueblo estudia poco, no sabe mucho; mas la sabiduría instintiva, sabiduría practica, suya es.

Si le dejan sufragar libremente, raro será que  no vaya y sufrague por los que merecen su confianza; y su confianza merecen, sin que él lo advierta, los patriotas, los desinteresados, los probos, los dignos, los juiciosos, los amigos del bien general, los hombres de luces y virtudes.


  

Un buen diputado puede no ser  buen orador; el don de la palabra es más raro que el numen poético: temeridad sería exigir que todos  los diputados fuesen oradores admirables; bastará que  sean personas de buen sentido, juicio recto, espíritu elevado, ànimo vigoroso, temperamento firme; hombres que sepan a lo menos cual es su encargo y cuales sus deberes para con sus comitentes; hombres de bien, aunque no hábiles en la elocuencia; y aunque no sabios y filósofos, por lo menos dueños de los conocimientos indispensables para el objeto con que se han reunido.



Dios se halla tras la inocencia, la caridad, la humildad; Dios se halla tras la misericordia, la compasión, el perdón; Dios se halla tras las virtudes. Los que enseñan y practican esos son sus representantes; y cuando éstos son sus ministros, tienen títulos redoblados a la veneración del mundo.

Los santos padres, los doctores de los primeros siglos del cristianismo, esos hombres extraordinarios en quienes la santidad y la sabiduría se disputan la palma, casi todos fueron sacerdotes.

Jerónimo, el hijo de la montaña, que pelea con los demonios y los subyuga con el auxilio de los ángeles, sacerdote.

Ambrosio, que pone a raya al emperador de Roma, dueño del mundo, y le cierra las puertas del templo, sacerdote.

Agustín, el sublime arrepentido que amontona en su corazón tantas virtudes como culpas le habían abrumado; que se toma con los cismáticos, y los aterra; embiste con los impíos, y los pulveriza, Agustín el escritor  eminente, la antorcha de su siglo, Sacerdote.

Juan Crisóstomo, que muerto en la deportación, vuelve difunto a Constantinopla y entra en hombros de emperadores y grandes de la tierra.

La clase más temible es la militar, la más respetable el clero: entre estas dos se halla la civil, que componen la mayoría de la república.
 Los militares la defienden o la vengan: noble profesión en ejercicio de la cual los valientes vienen a ser héroes, los héroes libertadores, los libertadores fundadores, cuando el amor a sus semejantes y el respeto por  los derechos del hombre les convierten en padres de la patria, no en tiranos o verdugos.

Los eclesiásticos  cuidan de los intereses morales; nos crían el alma; nos familiarizan con los seres inmortales, y nos van acompañando y sosteniendo hasta las puertas de la vida.

Los eclesiásticos  nos instruyen en nuestros deberes para con Dios, nos educan para el mundo místico; siembran máximas de moral para que recojamos buenas obras, y viviendo en santa mansedumbre, son o deben ser contrarresto bienhechor de ignorantes y malvados.

La clase civil es el globo de la nación el ciudadano civil no ciñe espada, ni ha menester corona para hacerse temer o respetar. En los pueblos cultos, ni el soldado abusa de sus armas, ni el sacerdote de la veneración anexa a su persona: hombría de bien, ingenio, estudios, industria, riqueza sirven de espada: bien defendido está un hombre por los miramientos que le granjean sus méritos, y no ocurre, como suele en países de menguada civilización, que la fuerza bruta prevalezca sobre la autoridad de la inteligencia. En los pueblos civilizados, decimos, los militares los son al igual de los demás, y así miran por sus  derechos como cumplen con sus deberes. 

El militar es ciudadano ante todo en la ciudad; en la paz, el acero no existe: cuando la Patria está en peligro, o la honra lo requiere, salta sobre él, lo empuña, y vuela a la batalla o al combate.


La pericia del legislador no consiste en dar las mejores leyes, sino en dictar las que más convengan a  los  pueblos a quienes las aplica.


¿Reformas aquí, porque vemos que las han hecho allá? Esta es la habilidad del simio que pone la mano en la cabeza, si ve este ademán en el figurante.

De la libertad provienen todos los bienes sociales: fundad la libertad de imprenta, la de palabra: hablad, escribid, discurrid, insistid, manifestad los justo, lo oportuno, lo útil, lo indispensable de una cosa, y el pueblo no se opondrá de ningún modo a la reforma…

La libertad de imprenta, sujeta a la represión judicial, ésta es la conquista urgente o indispensable. Sujeta a la reprensión  judicial, lo habéis oído; lo cual es dejar a salvo el derecho de parte contraria, y rechazar la impunidad de los delitos.

Los que invocan el nombre divino para obras de reprobación son sacrílegos: no podemos invocarlo sino cuando hacemos por el bien de nuestros semejantes, y hablamos dentro de los  límites de la verdad y la conciencia.


No hay página de Montalvo que no merezca ser leída, ora en virtud de la bondad o grandeza de la idea, ora en virtud de su perfección literaria.
 Juan Valera dijo que todo escrito de Montalvo debería ser publicado.

                                                                                                             R. de Agramonte.